viernes, 14 de julio de 2023

EL ORIGEN OCCIDENTAL

 


 


 

 EL ORIGEN OCCIDENTAL

 

Aunque algunos de sus capítulos muestren escenas de acción y al término de la lectura se tenga la impresión de que, en alguna forma laxa, se ha disfrutado de una novela de aventuras, lo cierto es que El origen occidental es, si es que tal categoría existe, una novela científica. Que, por supuesto, y el matiz no precisa de más atención, difiere radicalmente de la novela de ciencia ficción.

            Así la protagonista de nuestro texto, Alba Matí, es una licenciada en historia especializada en arqueología. El yacimiento sobre el que interviene pretende ser real y verídicos (además de verosímiles) son también los procesos extractivos de huesos y otros restos paleontológicos. Asimismo, se procuran respetar los pasos del método científico, de forma que las conclusiones que se obtengan del trabajo puedan ser aceptados por la comunidad científica que es, después de todo, uno de los objetivos principales de cualquier paleontólogo cuando se pone a trabajar (el otro suele ser la divulgación cultural).

            Es decir, se parte de una verdad para llegar a otra verdad.

            ¿Siempre?

            Y he aquí el tema principal de la novela, el que sin ser explícito en la trama, ni en las actitudes de los personajes,  recorre de la primera a la última página, como una de esas corrientes que cruzan invisibles y subacuáticas los más tranquilos lagos, las más plácidas superficies de agua en aparente reposo: la manipulación de la historia.

            De la Historia (con mayúscula) de los historiadores para que no haya confusión. En este caso una historia paleontológica, pero relato histórico al fin  y a la postre.

           

 

¿Y la pregunta que se debe hace el próximo lector de El origen occidental es ¿se parte de una verdad o es mentira? El punto de llegada, a su vez será cierto ¿o hay una burda manipulación que la convierte en falsa?

            “¿Dónde me encuentro?”, esa es la pregunta que ante la disyuntiva anterior, podría preguntarse alguno de los personajes del relato. “De la mentira a la mentira, de la mentira a la verdad, de la verdad a la mentira o, como sería deseable, de la verdad desconocida a la verdad científica”. Esta última no es la Verdad con mayúsculas, pero trata de acercarse con método y sinceridad a ella. 

            Ahí está el centro de la cuestión, la pregunta, preguntas que angustiarán a Alba Matí, la mujer que en su nombre y apellido lleva siempre el Amanecer, como si solo ella pudiera tener el acceso al nacimiento del nuevo día, de la nueva ciencia.

            La respuesta, aunque se dispongan de todos los datos, resulta confusa. Al menos para Alba Matí, pues ella aparece condicionada por una interferencia que es difícil de soslayar: La amistad y el amor.

            Un viejo dicho castellano dice “los amantes son ciegos, pero los vecinos no”.

            La novela no baja al nivel de chafardear desde detrás del visillo, es cierto, pero sí que nos plantea, en clave de relación social, como elegimos nuestras amistades ¿las elegimos realmente? ¿O son una especie de eslabones de una cadena de la cuál cualquiera puede formar parte sin que su voluntad tenga demasiado poder de decisión? Y si es así ¿elegimos a la persona amada?

           

 

En la narración, y con ello concluirán estas líneas, los personajes se ven obligados a moverse dentro de una ecuación con dos variables que desconocen, la primera de ellas es la manipulación histórica, la otra la personal y amorosa.

            Hay ecuaciones que no tienen solución, tal vez esta de El origen occidental  sea una de ellas. 

 

 

EL ORIGEN OCCIDENTAL
La gran mentira

PVP: 23,50 €
ISBN: 978-84-11317-02-3
Páginas: 356

Publicación: Julio 2023

Editorial Almuzara



domingo, 1 de mayo de 2022

NADA de Carmen Laforet.

 

 

 Carmen Laforet es, sin ningún género de dudas, la primera novelista importante que surge en España tras la Guerra Civil.

            Apareció de forma rutilante tras ganar la primera edición del Premio Nadal en 1944 y su popularidad literaria se sustentó casi de forma exclusiva por esa primera gran novela que escribió en plena juventud.

             NADA.

            Para situar en contexto a Nada he de hacer mención, además de a la dura situación que se vivía en España en los inmediatos años al fin del conflicto, a la aparición de otras novelas de un cariz similar al de la autora que nos ocupa.

            Pienso en La familia de Pascual Duarte de Cela, en La sombra del ciprés es alargada de  Delibes y en Mariona Rebull de Agustí.

            En todas ellas, la guerra o la cercanía de esta aparece como un telón de fondo no definido por completo, pero que condiciona de forma inevitable la conducta de sus protagonistas y el temperamento de sus narradores. Es, sin embargo, muy diferente la forma en que cada uno de estos autores se enfrenta a su narración, así Cela sigue una estética más barojiana, mientras que Agustí es plenamente realista, naturalista en su concepción estética. Delibes, por su parte, comparte una cierta “desesperanza romántica” según expresa él mismo en Pegar la hebra respecto de la novela de Laforet, pero ahí terminan las coincidencias. 

        CARMEN LAFORET, nació en 1921 y falleció en 2004. Escribió Nada hacia 1943-44, es decir en los alrededores de sus veintidós años, poco más o menos y se mantuvo, (era una mujer que, además de brillante y dotada de una inteligencia singular, valoraba su independencia), con altibajos en el candelero literario español hasta el momento de su muerte. Hoy en día, en el año posterior al centenario de su nacimiento, se le sigue considerando como una de las grandes damas de la literatura española del siglo XX.

            Su obra literaria comprende, a grandes rasgos, además de la obra que nos ocupa La isla y los demonios en 1952, La mujer nueva,  tres años más tarde y una trilogía que dejó inacabada que comprendía La insolación (1963), Al volver la esquina, póstuma, (2004) y Jaque Mate de la que solo dejó la intención, el título y poco más.

            Como se ve una producción menos abundante de lo que se hubiera esperado para una autora que con veintitrés años escribió una madura y excelente novela.

         Nada es una novela escrita en primera persona, un relato lineal, que se enmarca entre la noche de llegada al piso de la calle Aribau de Andrea para comenzar su primer curso de universidad en Barcelona y el amanecer del día en que Andrea contempla como el sol ilumina la fachada del edificio en el que ha vivido en el último año. 

        Es un relato escrito con una distancia temporal entre el "yo" que escribe (Carmen Laforet) y el "yo" que narra (Andrea). 

        En el relato de Andrea aparecen dos grandes mundos contrapuestos. Cada uno de ellos simboliza, en su espacio, un aspecto de la vida de Andrea que, en un primer momento, se nos presentan como departamentos estancos, sin ningún tipo de relación posible entre ellos.  Por un lado, el piso de la calle Aribau, con su extraña fauna de familiares desquiciados por la guerra. Por otro, el ambiente universitario y su prolongación en las calles de Barcelona y en la comodona bohemia que algunos de los compañeros de facultad, hijos de papá de la época, se pueden permitir. El piso es el ambiente opresivo, en el que Andrea se ve sometida a un régimen de vigilancia severo por parte de su tía Angustias, (clara representación de la represión general que el nacionalcatolicismo implantó en la España de la época y resulta extraño que una caracterización de este estilo superase a la censura), que incluye su reclusión en el espacio público del salón, la pérdida de su intimidad (bien dibujada por su maleta (lo único personal que posee) que es revisada por varios miembros de la familia en una insana curiosidad. Esta opresión se compensa por las amistades que Andrea hace en la universidad.

            Es a través de una de estas amistades, Ena, una joven bien parecida, liberal y de  familia acomodada,  que los dos  mundos, el universitario y el del piso, se unen y la narración avanza a través de la mirada de Andrea hacia un desenlace que no es, exactamente un final, sino una puerta hacia la esperanza y un adios a la deseperación a la que se ha visto abocada durante los últimos meses. 

        Algo después de rebir el Premio nadal. Laforet envió un ejemplar de su novela al faraón de las letras hispanas de aquellos años, al futuro premio Noble Juan ramón, este después de leer el libro que venía encabezado con un verso suyo le respondió a la autora, entre las palabras que lededicó afectuosamente merece la pena entresacar la siguiente frase: 

“¿Cómo puede llamarse Nada un libro que encierra tanto y tan bueno?” 

 La pregunta de Juan Ramón guarda una profunda verdad.Una verdad que va más allá del aspecto literario al que, muy probablemente,  se refería el de Moguer.

            Y es que, por más que su protagonista se despida al final de la narración con la afirmación “De la casa de la calle Aribau no me llevaba nada” el lector comprende que esta afirmación no es del todo cierta. Por supuesto que la protagonista no nos miente, pero hemos de tener en cuenta que todo lo que nos explica lo hace a través del filtro de su mirada, de lo que escucha y que, después de pasarlo por el filtro de su personalidad, a través de sus impresiones, nos lo ofrece.

            Así que ella siente que no se lleva nada, es verdad de la buena, pero nosotros sabemos, el lector percibe que, después de las experiencias vividas ¿cómo puede hacernos creer que ese año transcurrido entre las paredes del piso, en la universidad, con sus amigos bohemios y con su primera profunda decepción con el amor y la amistad ha sido en balde?

            Quizás Andrea no sea consciente, pero todos aquellos que hayan seguido su narración con interés intuyen que el bagaje, el nuevo bagaje de Andrea es, después de ese año, en apariencia vacío para ella, mucho más profundo e intenso. Ha comenzado a dejar de ser una simple joven para convertirse en una mujer joven, en definitiva en una persona madura que comprende que ya no todo son las ilusiones propias que uno se construye en su mente, sino que debe amoldar su vida a lo que la realidad le permite y sacar, dentro de las circunstancias personales de cada cual,  lo mejor de ella.

            Esa es, desde mi punto de vista y sin olvidar otras grandes virtudes de la novela (economía de medios, final abierto, impresionismo, expresionismo etc.),  la gran lección de Nada.

 

1 - V- 2022

Vicente García Campo. 

Para escribir las líneas anteriores he consultado el estudio, como siempre insuperable, de Rosa Navarro Durán que precede a su edición de Nada en Austral y  el artículo "Una relectura de Nada" de Miguel Delibes. 

 Y aquí el enlace desde el que ver mi podcast con Luis anchondo en el que hablamos de Nada.

 https://www.youtube.com/watch?v=49-SgQoH-bA&t=1838s

 

           

 

viernes, 4 de marzo de 2022

FAHRENHEIT 451 de RAY BRADBURY

 FAHRENHEIT 451: Ray Bradbury : BRADBURY,RAY: Amazon.es: Libros

 

 

 VICENTE GARCÍA CAMPO

“Humanismo entre llamas”

Ray Bradbury escribió novelas, ensayos y relatos. Algunos de estos últimos, como los contenidos en Crónicas marcianas, hicieron de él un autor conocido. Pero fue Fahrenheit 451 la que lo convirtió en un escritor respetado y admirado por todo tipo de lectores y no únicamente por aquellos inclinados a la ciencia ficción.

            ¿Y qué es aquello que convierte a F451 en una novela que trasciende los límites del género en que podría quedar enmarcada?

 

            Quizás la explicación más plausible resida en el poder hipnótico de sus imágenes. Es fácil, dolorosamente sencillo (e inevitable), imaginar y estremecerse con la boca del lanzallamas que escupe una densa saliva de fuego contra los libros. Y lo relacionamos con los diversos momentos en que en la humanidad se han quemado libros y lo que ello ha significado y, también, en un viaje literario a aquellas ocasiones en que los libros han ardido dentro de los libros, entre cuyos ejemplos más conocidos, se encontraría aquel famoso episodio "del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo" que ocurrió en el capítulo seis de don Quijote.

          El contraste que supone la profesión de Montag, bombero, con su función de quemar libros, imprime un primer latigazo que nos sacude las conciencias y nos obliga a preguntarnos ¿Qué está ocurriendo?

            A continuación, entramos en la vida personal de Montag. Al regresar a la vivienda que comparte con su esposa, encuentra a esta en un estado de inconsciencia profundo. Muy probablemente se ha atiborrado de pastillas para olvidar, lo más seguro, deduce él, es que se haya tragado el bote entero sin ser consciente de que lo hacía pues, en una estúpida espiral barbitúrica, cada vez que ingería una nueva pastilla,  olvidaba la ingesta anterior.

           Montag, obligado a vivir en un mundo en que la felicidad se impone por ley, comprende que su vida es solo un vacío. Él, y todos los que le rodean, solo son muñecos huecos que buscan el placer.  En una sociedad en que felicidad, ignorancia y placer  son sinónimos, los libros que quema contienen algo que rompe esa trilogía. Después de ver como una mujer muere por sus libros se le hace evidente que estos guardan algo que tiene un valor inestimable, y que es capaz, por sí solo,  de tambalear las bases del modo de vida de los millones personas que le rodean. 

            Ese "algo" es el conocimiento.

           Y la novela avanza, a través de un narrador en tercera persona, cercano, muy cercano a Montag, aunque en ningún momento se confunde con él y permite  una cierta distancia entre lo que vive el protagonista y lo que se  deduce de la lectura.

         Todo ello configura un mundo paralelo al del lector, que recorre determinados aspectos que le provocan la angustia de verse reflejado en ellos. Un extrañamiento profundo al encontrarse ante situaciones que su lógica intenta descartar, por ir en contra de aquello que supone la base de su pensamiento intelectual, el soporte de la civilización en que ha crecido y le ha formado como persona: la cultura y su manifestación más simbólica, el libro. Pero en F451, la temperatura a la que el papel se inflama y comienza a arder (se corresponde con  233º C), ese objeto cultural se ha convertido en especie cinegética, en alimaña cultural que  debe ser localizada y destruida.

         Montag, el cazador de libros, el bombero, no sabe, en los primeros compases de la novela,  que eliminando esos volúmenes está destruyendo objetos de un altísimo valor. Únicos en muchos casos. Y ha tardado mucho tiempo en descubrirlo. Cuando lo hace comprende que él no es, en realidad, un bombero sino una perversión que la sociedad en la que le ha tocado vivir ha construido. Y mucho menos un incendiario. Él es, aunque no lo sabe (en realidad, toda la novela gira más en torno a lo que Montag no sabe y quiere aprender que a lo que realmente conoce), un humanista. 

          Un humanista entre llamas. 

          Hecho de huecos. Agujeros de conocimiento y sentimiento que él, escapando de la ciudad, tratará de rellenar, de construir mediante eso que se encuentra en los libros que él destruía.

          La historia de Fahrenheit 451 es la historia de lo que puede ocurrir si dejamos que la sociedad se deje llevar por los placeres más inmediatos, por la infantilización y el olvidarse de la conciencia personal y colectiva en aras de una felicidad insustancial.

martes, 20 de octubre de 2015

Eso que pasa: El tiempo



                                   Si hay algo asombroso en la vida de un adulto es la conciencia de que el tiempo no es algo lineal. Hoy, que se me ha ocurrido asomarme a este blog de Luz Difusa, he comprobado que mi última entrada es de diciembre de 2013. Es decir, han pasado casi dos años desde que me decidí a escribir en él.
                                   Estos dos años han sido buenos. Fructíferos en lo literario sobre todo. A Luz Difusa le han seguido otras obras de teatro, ahora mismo anda en cartel El cuaderno de Elisa, artículos en los que trato cuestiones de dramaturgia y de novelística y , también,un par de novelas y un puñado de versos que cualquier día se decidirán a asomarse a la ventanita de los poemarios.
                                 Una de las novelas, Sin fronteras. Un corredor en tierra de nadie, ha tenido, además, el privilegio de ver como era escogida para ser el XVII Premio Desnivel de Literatura de  Montaña, Viajes y Aventuras. Todo un honor. Para la novela y para alguien que desde los doce años ha pasado una buena porción de días pateando el monte. Para quien ha disfrutado leyendo las narraciones de Gaston Rebufat, David Torres, César Pérez de Tudela y otros grandes de la montaña que publican habitualmente en Desnivel.
                                    Aun así el tiempo ha corrido más de lo esperado. Diciembre está a la vuelta de la esquina y con él la llegada de un nuevo año. Otro más. En nada y menos el "3" será sustituido por un "6". ¡Qué manera de correr!
                                   Pienso en que si el tiempo no es lineal ¿qué puede ser? Cuando estudiaba calculo diferencial en la universidad una de las cuestiones que más me llamó la atención es que los sentidos, contra lo que se cree habitualmente, no funcionan de manera proporcional. Es decir, el sentido común me hace creer que  si escucho un sonido al doble de volumen lo escucharé el doble de fuerte. Pues no. El sentido común es un sentido práctico pero que no destaca por su sagacidad. Nuestros sentidos, oído, tacto y demás lo hacen en función de un logaritmo de base "dos coma algo" que creo se llama de Neiper. O sea, logaritmo neperiano. Imagino que la percepción del tiempo (si alguien se ha tomado la molestia de comprobarlo) debe funcionar de modo parecido.
                                    Mientras alguien demuestra que el tiempo es un logaritmo neperiano, yo prefiero imaginarme nuestro tiempo, que es al fin y al cabo el que cuenta, como la palanca de cambios de un coche, cuando somos niños vamos en primera, luego segunda y así....en algún momento nos encontramos lanzados con la sexta y, por más que tratamos de frenar es imposible. Yo prefiero dejarme llevar y asomarme, con los ojos bien abiertos, a la ventanilla de ese vehículo que llamamos vida. Y si, de vez en cuando, al asomarme me encuentro con que uno de mis libros , comparte estante con el de mis amigos montañeros, pues estaré encantado de correr por este empinado sendero que es la vida en el siglo XXI.

.http://www.edicionesdesnivel.com/noticias/257/


sábado, 8 de junio de 2013

Luz Difusa y Blancanieves

De todos los cuentos que me contaron de pequeño, hay dos, por diferentes motivos, que son mis favoritos. El primero de ellos es El flautista de Hammelin. Creo que es el mayor encantador que ha existido nunca. Recemos porque ningún político consiga nunca la flauta de nuestro personaje. Eso significaría que el fin del mundo está cerca. El segundo cuento es Blancanieves y los siete enanitos y he de reconocer que, más que el cuento en sí mismo, lo que me atraía era la posibilidad de convertirme en enanito, en enanito escritor y fabular un nuevo cuento titulado Enanito y las siete Blancanieves. en el que yo, armado con los últimos adelantos de la ciencia médica en vasodilatadores, era el protagonista. Como en esta vida no se puede tener todo, alcancé una altura media y una directora que me pone firme día sí, día también. De momento no necesito vasodilatadores...
 Pero no he venido hasta aquí a contar mis circunstancias sino la relación entre Blancanieves... y Luz Difusa.
La historia de Blancanieves... es bien conocida, nos ceñiremos aquí a reseñar la parte que nos interesa; empezamos en el momento en que Blancanieves envenenada por su madrastra, muere y los enanitos la colocan en un ataúd de cristal. Al cabo de cierto tiempo, el príncipe besa a Blancanieves y ella vuelve a la vida. El resto del cuento es bien conocido y no viene al caso. Tampoco viene al caso preguntarse por lo que hubiera sucedido, si en  lugar de besarle un príncipe,  le hubiera besado un sapo de piel urticante.

¿Y qué tienen en común Luz Difusa y Blancanieves? Muy sencillo: el ataúd.

Luz Difusa vivió en el escenario los pasados días 19 y 20 de enero, y volverá a resucitar los próximos 29 y 30 de junio ¿Y mientras tanto? Pues hasta ahora no se sabía, muy probablemente vagaba por ahí en el limbo de las obras de teatro que no se están representando y esperan a que, en un muy hipotético juicio final, alguien las rescate, les coloque un peso en el tobillo y bajen a tierra, a un teatro.
Pero hemos sacado a Luz Difusa del limbo. Después de todo, si mis últimas informaciones respecto del limbo son correctas, me pareció entender que el anterior Papa de Roma cerró el limbo por motivos que desconozco. Así que una vez fuera del limbo, la hemos metido en un hermoso libro de tapas naranjas, en el que se lee el título de la obra y el del autor (mejor no hablemos de él, sinceramente no merece la pena), o sea, hemos metido a Luz Difusa en un ejemplar libresco,  en un ataúd de papel ¿Y qué?

Bueno, pues que al menos ahora, siempre tendremos la esperanza que un lector abra las tapas naranjas del libro de Luz Difusa editado por Ñaque Editorial, comience a leer  y, como el príncipe de Blancanieves con su mágico beso,  haga que Luz Difusa viva de nuevo.


Ohhhh! ¡Qué bonito todo todo!


Un saludo a mis actores y actrices del Till Tall Teatre.


Recuerdo que la obra tendrá lugar en el Teatre Municipal de LLinars del Vallès.
Luz Difusa, se representará el sábado 29 de junio a las 22h y el 30 de junio a las 19h.
Así que si queréis aprovechar el sábado noche o el domingo por la tarde de la mejor de las maneras, ¡acercaos al teatro de Llinars del Vallès!


Vicente.

miércoles, 23 de enero de 2013

El fondo del botijo

Luz Difusa, Aura Rosa y el Mastildonte

Resulta extraño pensar que nuestra pequeña criatura -tan sutilmente delicada ella-, nuestro cachorrito teatral -que nos recuerda a aquel perrito del papel higiénico-,se haya hecho mayor de edad, adulta en el peor de los casos y ello en el exiguo plazo de cuarenta y ocho horas. Las cuarenta y ocho horas que median entre el alegre corte de mangas al jefe del viernes por la tarde y el final del domingo con la perspectiva inacabable de una nueva semana laboral. Las cuarenta y ocho horas que dieron para las dos funciones que se ofrecieron, lo que no está nada mal, de Luz difusa.
En esas dos jornadas, que dicho sea de paso y por si alguien lo ha olvidado es el tiempo que tarda la Tierra en girar dos veces sobre sí misma o, lo que es lo mismo, e infinitamente más preciso y reconfortante, el tiempo que  tarda en beber ocho tragos de orujo en botijo brediano (que no Bretchiano) nuestra querida nueva rica Aura Rosa. Pues bien en esos ocho tragos de orujo que se cascó Aura Rosa (los tragos de Mar de Fondo han pasado a la categoría de sustantivos no contables como las gotas del chirimiri vasco o el calabobos castellano), Luz Difusa pasó ,escénicamente hablando,de andar a gatas a caminar y luego a correr y a reír, a amar y desenamorarse y volverse a enamorar, en una espiral de la que conocemos el principio pero, a Dios gracias, no el fin.
Pero nosotros, como padres responsables que somos, sufrimos de lo lindo. Siempre duele ver caer a tu criaturita, aunque sepas que no se hace daño y que, en segundos, se levantará con una amplia sonrisa, una sonrisa que ya no se borrará en mucho tiempo. Y mientras las funciones avanzaban, Luz Difusa, crecía y se nos escapaba de las manos para completar su propia vida de ente escénico en la mente de los cuatro o cinco centenares de espectadores que acudieron al teatro y que rellenaron una o dos de sus neuronas con las idas y venidas de Luz,Aura y los demás y que rieron a rabiar con los lances de D. Quijote y Cervantes y que se preguntaron si realmente Aura era la Aura de verdad o la otra...

Bien, he colocado puntos suspensivos porque mi tendencia a escribir en exceso estaba a punto de arrebatarme, del mismo modo místico y misterioso que Dios arrebata a Santa Teresa, en un despliegue de artillería estilográfica de bajo calibre y creo, no viene al caso.

En otro orden de cosas, me gustaría como autor de la obra, dar las gracias a todos los actores que han intervenido en la obra. Gracias por dos motivos, la primera por confiar vuestros esfuerzos a un autor desconocido. La segunda, por confiar vuestros esfuerzos a un autor desconocido que encima se llama Vicente, lo cual es el colmo de la insensatez.
Todavía recuerdo (no tiene mucho merito porque apenas hace unos meses) cuando planteé a la Junta del Till-Tall el plantel de actores y actrices que deseaba. No me corté un pelo: elegí los que creí mejores y más adecuados para cada uno de los papeles a interpretar. En un primer momento supuse que, aunque estábamos en junio, el otoño y la migración de las aves se adelantaría: esperaba deserciones en masa. No fue así, al contrario, pronto los actores y actrices, me comentaron que podía contar con ellos. Ya era un poco feliz. Que un recién llegado al teatro, presente un texto a un grupo que va a celebrar su 25 aniversario como grupo independiente de teatro que este grupo se lo lea, lo produzca y que, además te ceda sus mejores actores y actrices, es, además de una imprudencia temeraria, la hostia. En esos días iniciales recordaba mi lesión de menisco, esa que me impedía correr y que me (en algo hay que llenar el tiempo además de en la sana tarea de la crianza) animó a probar en poner en negro sobre blanco algunas ideas que me bullían en la cabeza y que las voces de Reyes, Valle y Gemma terminaron de darle forma.

Luego vino mi época de director. Director es una palabra que a mí no me hace mucha gracia, prefiero Orientador, o sea, uno que ve desde fuera y que, sólo por eso, tiene un poco más de perspectiva que los que quedan en el escenario. Como Director me lo he pasado en grande. No porque lo haya hecho mejor o peor, sino porque todos los días aprendía algo. Y ese algo, al final de varios meses de ensayo, es bastante más de lo que se suele aprender en un centro universitario después de muchos cursos. Vamos que la experiencia como director no tiene precio, y si lo tuviera no podría pagarlo (y probablemente tampoco me daría la gana).

Las representaciones escénicas de Luz Difusa han sido buenas. De correcta para arriba la primera de ellas y, sinceramente, muy buena la segunda. De hecho, con mis conocimientos actuales, reconozco que, como director, soy incapaz de sacarle más a la obra de lo que se ofreció en escena el domingo. Si en el primer día los nervios atenazaron a algún actor, y muy probablemente el público se pudo ir con la sensación de que "quieren, quieren, pero no pueden" como un motor frío al que cuesta arrancar, en la segunda representación, desde el primer segundo la obra fue como una máquina recién engrasada, todo parecía fluir, los actores interaccionaban entre ellos con naturalidad, y lo más complicado se ofrecía con la sencillez de lo que se ha aprendido más que por oficio por intuición.

El resultado es que la gente me para por la calle y me pregunta cuándo será la próxima representación, en qué lugar y califican con un sobresaliente al trabajo del grupo, lo cual me parece estupendísimo porque si algo hemos hecho en estos meses de ensayo ha sido trabajar. Un trabajo que quizás no lo ha parecido tanto porque noche sí, noche también todos nos hemos divertido y hemos compartido con optimismo esa aventura
que nació, curiosamente, en el mismo escenario en que luego Luz Difusa ha decidido, de una vez por todas, levantarse la falda, lanzar la ropa interior lo más lejos posible y perder esa cosa tan tonta de la virginidad.

Y nada más. Y nada menos. Un abrazo a todos y a todas.

P.S. Ya me he cascado la botella de "Priorat". Ahora que me he quedado sin vino, tendré que ir a apurar el fondo del botijo.

Vicente.



lunes, 31 de diciembre de 2012

Desde el mirador

Desde el mirador de los años que galopan como pájaros.

Vulnerant omnes, ultima necat.


Luz Difusa que mira con resignada sabiduría hacia el viejo calendario lleno de cicatrices
del 2012, sonríe con amplia ilusión hacia el almanaque, aún por estrenar, espera la mano que
muestre el primer día del 2013.
Luz Difusa piensa que el calendario se inventó para que nos diéramos cuenta de que
en este mundo no pasamos de interinos.
"Es posible" piensa " pero también es posible que lo único provisional sean los
calendarios y nosotros disfrutemos de una efímera eternidad"

....y Luz Difusa arrancó la portada del calendario y dónde, hasta entonces había un 2,
apareció, de repente, un 3.